Katya Adaui: “Puede que las verdaderas vacaciones sean las que uno está en casa leyendo”

“No es lo mismo ser un viajero que un turista, aunque cada vez cueste más encontrar las diferencias”, reflexiona Katya Adaui (Lima, 1977) durante una de sus visitas a Barcelona. Duda cómo se siente ella ante este desplazamiento. “Seguramente sea una turista más, aunque yo vengo por trabajo”. Efectivamente, viene a presentar Un nombre para tu isla (Páginas de Espuma), el libro de relatos con el que quedó finalista del galardón de narrativa breve Ribera del Duero y que llega tras ganar el Premio Nacional de Literatura de Perú 2023.
La afirmación que hace durante una comida con periodistas no es baladí. Su libro no solo habla sobre ello sino que invita al lector a convertirse en viajero y a alejarse del turismo de masas. “Yo creo que si se sumerge en estos textos, lo logrará”, se convence la autora peruana afincada en Argentina, que cada vez es más consciente de cómo afecta el turismo a las ciudades. “Se convierten en algo homogéneo. Existen muchos factores, pero los cruceros y los hoteles de todo incluido tienen mucha culpa. Son dos de las cosas que me producen más terror”.
Solo quiero ir a sitios donde me espere un amigo”
Si bien son temas que a menudo rondan por su mente, todo empezó durante unas vacaciones de buceo. “Pensé que vería miles de peces, pero el fondo marino estaba devastado. Aún así, continué hasta que alguien me gritó que me apartara porque tenía que venir una lancha que, por si fuera poco, tenía el volumen muy alto. Ni mar intacto ni silencio”, recuerda decepcionada. “Entonces pensé que, tal vez, las verdaderas vacaciones son las que uno está en casa leyendo”.
¿Está en contra de viajar? “No, claro que no. Pero quizás no tengo que conocerlo todo. Solo quiero ir a sitios donde me espere un amigo”. Y bajo esa premisa empezó a escribir un total de siete cuentos cuyo patrón, según la escritora, “podrían simbolizar el vuelo de un avión. Los primeros son de despegue, los centrales atraviesan una zona de turbulencias y los finales permiten aterrizar de una forma calmada”. Eso sí, todos ellos tienen en un paisaje en común, el de la amistad y el amor, además de una pregunta de trasfondo: ¿Cómo construimos cada día el puente que une las islas que somos?
Los cruceros y los hoteles de todo incluido me producen terror”
Los protagonistas se dedican a inventar las fronteras de sus vínculos y a celebrarlos, aunque, tal y como avanza Adaui, “también los traicionan, los anticipan y los confrontan. De un modo u otro, siempre están en tránsito, pues desean viajar hacia algo nuevo y lo hacen con asombro. Se podría decir que cualquier parecido con la realidad es una mera casualidad, pero lo cierto es que no. La inspiración llegó tras varios episodios autobiográficos de la escucha. Son muy habituales mis cacerías de escuchas. Parejas que discuten, niños con sus cometarios imprevisibles… todo comentario es susceptible de terminar en mis páginas”.
Bien, “esa es otra de las premisas primigenias”, admite. “El resto es espontáneo y aparece ante mí a medida que transcurre el relato. Ni yo sé el final. Los diálogos son lo más importante y desconfío plenamente de los libros que apenas tienen, pues son los que nos permiten probar la personalidad y llevan el peso de la trama”.
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